jueves, 21 de junio de 2012

Tres meses.

Lo he intentado, de verdad, pero nomás no lo he logrado. He intentado venir a escribir acá cada tanto y contar un poco de lo que ocurre en nuestra vida cotidiana para "dejarle un testimonio a mi hjo" y así cuando crezca pueda darse una idea de cómo era el mundo -su mundo inmediato pero también el mundo allá afuera-  durante el tiempo en el que le tocó nacer (como si hiciera falta, como si no existieran los libros, los diarios y las revistas, la enciclopedia infinita que representa intenet, las cientos de fotos que nos la pasamos tomando y como si no existieran sus papás que hablamos hasta por los codos. Como si no existiera todo eso que, para cuando crezca, lo tendrá totalmente bombardeado).


Lo he intentado pero no lo logro. Y es que nuestro hijo lo abarca todo. No sólo atenderlo (con todo lo que ello implica) como ocurrió en los primeros dos meses de nacido. Ahora es también que atestiguar su desarrollo secuestra toda nuestra atención. Cada sonrisa, cada nuevo gesto, cada nueva habilidad -aunque incipiente- significa el evento más importante, la victoria más grande, lo mejor de lo mejor. Y todo indica que  así será durante los siguientes años. Todo indica que nos hemos convertido en una pareja de enajenados al servicio y adoración permanente de un bebé. Sí, nos hemos convertido en papás.


Cuando seas capaz de leer esto, hijo, seguramente conocerás estas historias de memoria (y pensarás "ahí va mi papá a contar OTRA VEZ la anécdota de cuando...), pero de todos modos dejaré un breve testimonio escrito. 


A los tres meses estás tan desarrollado y despierto como cualquier bebé (pero nosotros pensamos que un poquito más que el resto de los bebés). Duermes estupendamente desde las 11 o 12 de la noche hasta las 7 de la mañana (y nosotros somos muy felices con que duermas tan bien, principalmente porque nos dejas dormir). Comes muy bien, a veces con mucha prisa, a veces con una actitud a todas luces demandante. Te metes el dedo gordo de la mano izquierda a la boca, pero eso no ocurre por hambre, sino porque te consuela o divierte. Por que se te hace fácil. Casi no lloras, a menos que tengas cólico. Tienes un poco de reflujo y eso nos preocupa. Haces caca cada 24 o 48 horas y eso nos preocupa también un poco. Hablamos largo y a menudo sobre tu reflujo y sobre tu caca. Como buenos papás primerizos, somos preocupones.


Como dije antes, atenderte, estar contigo y quererte se lleva nuestro tiempo. Cada que podemos compartimos esta alegría con los que nos rodean (tu tío, tus abuelos, nuestros demás familiares y también nuestros amigos), quienes también reconocen que estás bien guapo y te quieren. No hacemos muchas cosas más. Yo por ahora no corro ni a la esquina y tu mamá suele estar apurada de trabajo. Las tareas de la casa no terminan. No acabamos nunca. Nada termina, nada. Mucho menos la alegría que nos causas. 


Ahora sí, unas fotos.