viernes, 30 de marzo de 2012

Nicolás

Y al final, como ocurre en el tipo de historias que nos gusta escuchar, todo salió bien. Aunque claro, este no es un final de una historia, sino su contrario. Es el inicio. El inicio de una vida.
Lo que terminó fue la espera, ese periodo de incertidumbre, que sin duda, muchas parejas disfrutarán. No nos ocurrió así a nosotros. Quizá sea por eso que en estos primeros días la emoción de conocer y estar con nuestro hijo ha sido sobrecogedora, abrumadora, total.
Ahora hace poco más de una semana que nació Nicolás y pareciera que ya hay material para contar decenas de historias. La experiencia de la cesárea, el momento en que nació y por fin  le conocimos, los dos días de hospital, nuestra primera noche con él, nuestras primeras angustias cuando una noche lloró durante horas por un cólico (que, desde luego, no supimos identificar). Nuestros primeros momentos de desesperación, nuestras caras de desvelados, el momento en que nos sonreímos satisfechos al descubrir que bañarlo era fácil. Las muchas veces en que, ya tan pronto, me ha hecho llorar porque sí, porque estoy conmovido. Porque  me asombra haberme convertido en padre. Porque esta emoción que siento es enorme y bella. Porque sin duda todo esto es una experiencia de amor, aunque a veces pienso que la palabra amor se queda corta para describir lo que he sentido, por él y por Alina, en tan pocos días. Y esto apenas es el inicio de una larga historia.


En la foto, Nicolás a los 3 días de nacido, tomando su primer baño de sol. Ternurita.