sábado, 15 de mayo de 2010

Déficit de tiempo

Fue esta mañana. Iba conduciendo rumbo al deportivo mientras intentaba, a cada luz roja, leer una revista literaria. El texto en cuestión era estupendo porque hablaba del tráfico, de la ciudad que es un parche sobre otro parche sobre otro parche sobre un lago que se secó. Leía avanzando apenas una línea, apenas dos líneas antes de que llegara de nuevo la luz verde y debiera avanzar. Fue en ese momento que pensé el tiempo nunca alcanza. Vaya, eso no es ninguna sorpresa, al menos para mí. Es algo que sé muy bien porque lo padezco, padezco de déficit de tiempo. Pero esta vez fue distinto, lo reflexioné distinto. Me vi de pronto conduciendo a las 10 de la mañana del sábado, rumbo al primero de mis tres compromisos auto impuestos para la primera parte de este día, me vi pensando en lo pesada que había sido la semana; en que todos los días son largos pero insuficientes, me vi proyectando las tareas de la semana que sigue, las del trabajo y las personales. Me vi haciendo planes para una serie de cosas que no sé cómo lograré completar en el futuro si nunca me alcanza el tiempo. Me vi, por último, haciendo ese ridículo y peligroso intento de recuperar un poco de tiempo intentado leer una revista literaria durante los segundos que dura la luz roja de un semáforo.
Déficit de tiempo. Supongo que este mal lo comparto, por lo menos, con todos los que trabajan en un horario de oficina, en oficinas que están lejos. Personas que vamos por la noche a clubes deportivos que quizá no están muy lejos, pero que se vuelven lejanísimos, casi inalcanzables en las horas de tráfico (las horas en las que todos salimos de nuestras lejanas oficinas). Lugares a los que, no obstante, decidimos ir porque si no hacemos un poco de ejercicio habremos de reventar por el estrés que ocasionan el tráfico y el déficit de tiempo.
Ojalá el tiempo para vivir se pudiera adquirir como el tiempo aire del celular. Podrías ir al Seven Eleven, comprar tus cigarros, un agua o un chocolate y en la caja pedirías Tiempo Aire Vida. ¿De cuánto la tarjeta?. Hay de media hora, una hora, dos horas y cinco horas. Deme la de 5 horas por favor. Terminas de pagar y ya está. Son, por ejemplo las cinco de la tarde y no las diez de la noche. No obstante ya terminaste todos tus pendientes. Ya fuiste al trabajo, ya fuiste al ejercicio, ya comiste, ya te desplazaste de aquí para allá y de allá para acá. Y tienes para ti solo, para ti nada más, para tu deleite personal, para tu ocio o lo que sea 5 horas libres, 5 horas totalmente libres. Pero ¡oh no! la realidad es, como siempre, bien distinta. El tiempo no se puede comprar, el tiempo no alcanza y hay que hacer malabares para estirarlo un poco. La opción sería lo de pensar bien qué chingados quiere uno hacer con el poco tiempo que tiene libre y "establecer prioridades". Pero ¿es posible eso?. Hacer una lista de lo que quieres hacer y enfocarte exclusivamente en ello. No, yo no podría. Me distraería sin duda. Y en caso de lograrlo se irían a la chingada todas esas posibilidades que ofrece el azar en su infinita sabiduría.
No puedo establecer prioridades, ni siquiera puedo completar una lista de asuntos pendientes. Hoy quiero una cosa y la inicio y como soy un tipo obsesivo termino esa cosa que empecé, sin importar que en el camino haya iniciado otra cosa o serie de cosas, ni que previamente ya me haya comprometido con otras tantas. Hago todas a la vez y las hago bien. ¿Cuando dejaré de interesarme por nuevos asuntos?. Ahora está lo de siempre, el trabajo y sus avances, el atletismo y la lectura. Pero ya veo venir la escuela, y la otra escuela, y el club de lectura y quién sabe cuantas cosas más. Pero si ahora mismo ya tengo déficit de tiempo ¿cómo haré lo que sigue? ¿o qué tengo que sacrificar?. No lo sé ¿será por esta falta de tiempo que no tengo novia? ¿O es más bien que si tuviera novia no me metería en tanto asunto que me deja con tan poco tiempo?
Me gusta pensar que ante tantas tareas uno se vuelve más eficiente, como uno de esos celulares que rinden muchas horas encendidos sin que los tengas que conectar a la corriente eléctrica. Me gusta pensar que algún día me volveré más sensato y estableceré las prioridades como ahora simplemente no puedo. Me gusta, en el fondo, este estrés de las prisas, de las llamadas mientras caminas, de las conversaciones mientras comes, de la socialización virtual mientras trabajas, de la lectura de una revista literaria mientras esperas el cambio de luz de un semáforo